Menopausia es el nombre que recibe el cese de las
menstruaciones; la palabra deriva del griego men (mes, menstruo)
y pausis (pausa). Muchas mujeres llaman también «el cambio de vida» a
este proceso natural. Los años que rodean la menopausia, en los que se producen
los cambios graduales en la función ovárica, constituyen una fase de la vida de
la mujer llamada «climaterio», que dura entre seis y trece años.
Cada mujer debe escuchar atentamente a su guía interior
individual para oír su verdad personal sobre cómo organizar esta fase con el
máximo acceso a su sabiduría interior y su poder para crear salud.
Muchas mujeres buscan la paz mental en medio de la confusión
y los cambios, mientras ponen fin a matrimonios de veinte años, tienen
aventuras amorosas, son abandonadas por su pareja, se enfrentan al «síndrome
del nido vacío» y exploran nuevas facetas de su identidad.
En cualquier momento entre los 49 y los 55 años los cambios
hormonales de la mujer van a estar en plena actividad, y ella va a necesitar
apoyo para afrontarlos. Después, en la mayoría de las mujeres se restablece el
equilibrio hormonal y suelen estar más libres que nunca para dedicarse a sus
intereses creativos y sus actividades sociales. Estos son los años en que se
unen todas las experiencias vitales de la mujer y se pueden aprovechar para una
finalidad que le vaya bien a ella y al mismo tiempo sirva a los demás.
Las mujeres de esta edad estamos en un momento decisivo:
podemos o bien seguir viviendo con relaciones, trabajos y situaciones que nos
han quedado pequeños, elección que apresura drásticamente el proceso de
envejecimiento y la posibilidad de enfermar, o podemos hacer el trabajo de
desarrollo que nos piden nuestro cuerpo y nuestros niveles hormonales. Cuando
nos atrevemos a hacer esto, nos preparamos de verdad para la primavera de la
segunda mitad de nuestra vida.
La transición menopáusica es un periodo excelente para
concentrarse en la prevención de problemas que, si bien no están necesariamente
asociados con la menopausia, al parecer se intensifican en esta fase.
Lo que experimenta la mujer durante este periodo de su vida
depende de muchísimos factores, desde su herencia, sus expectativas y su bagaje
cultural hasta su autoestima y su alimentación.
Los síntomas de la menopausia
El hecho de que la mujer sufra o no durante la menopausia
está conectado con su pasado cultural, su historial familiar y sus
expectativas. Creer que se van a tener problemas durante la menopausia puede
conducir a tenerlos.
Es notable que nuestro sistema médico no haya realizado
ninguna prueba prospectiva controlada sobre la experiencia menopáusica de
mujeres sanas que hacen ejercicio con regularidad, siguen una dieta adecuada,
no fuman y llevan un estilo de vida en general sano. Nuestro enfoque cultural está
en la menopausia como problema. Sin embargo, sí se han estudiado algunas
culturas en las que la menopausia no se considera un problema. Por ejemplo, la
antropóloga Ann Wright estudió los síntomas menopáusicos en mujeres navajas,
tanto tradicionales como de cultura occidental asimilada; descubrió que las
navajas tradicionales sufren de muy pocos síntomas y que su posición económica
y social está claramente relacionada con su experiencia de síntomas. Este
estudio sugiere que los síntomas menopáusicos están causados por un estrés
psíquico, no físic En un estudio de mujeres kung del sur de África se comprobó
que la categoría social de la mujer se eleva después de la menopausia; además,
en el idioma kung ni siquiera existe una palabra que signifique «sofoco». Esto
apunta a la posibilidad de que las mujeres kung o bien no experimentan este
síntoma o lo experimentan de modo distinto a las mujeres occidentales y no lo
consideran bajo una luz negativa. En cambio, entre el 80 y el 90 por
ciento de las mujeres de nuestra cultura experimentan sofocos, y un número
considerable tienen sequedad vaginal y pérdida del deseo sexual.
Esto precisa práctica, pero si aprendes fielmente a pensar
con el corazón de tres a cinco veces al día, con el tiempo tú también vas a ser
capaz de recargar tus baterías sólo con los pensamientos y percepciones.
HACER
UNA LISTA DE LAS ACTIVIDADES Y COMPROMISOS MÁS IMPORTANTES. Olvida
todo lo demás. Antes de decir sí a una nueva tarea o compromiso, hazte esta
pregunta: Hacer esto, ¿me va a cargar las baterías o me las va a agotar? Si la
actividad te las va a agotar, no la lleves a cabo.
DORMIR
LO SUFICIENTE. Acuéstate a las diez de la noche. Irse a dormir antes
de la medianoche es mucho más restablecedor para las glándulas suprarrenales
que un sueño que comienza tarde, aunque se duerma hasta tarde a la mañana
siguiente para tener toda la cantidad de sueño necesario.
DARSE
PERMISO PARA ACEPTAR CUIDADOS Y AFECTO. Si no aprendiste a hacer
esto cuando eras niña, tal vez te haga falta practicarlo. Concéntrate en
actividades y personas que sean alegres y te hagan reír. Esto estimula el
funcionamiento sano del sistema inmunitario.
RESPALDARSE
CON UNA BUENA NUTRICIÓN. Haz una dieta de alimentos integrales sin azúcar.
Evita cuanto la cafeína y la comida procesada. No olvides comer suficientes
proteínas, un poco en cada comida y tentempié. Evita los programas de ayuno y
limpieza, que te pueden debilitar más aún. Pon atención al consumo de vitaminas
y minerales. Es posible que el suplemento de vitaminas y minerales que tomas
regularmente contenga todos los nutrientes que he mencionado. Simplemente añade
más de lo que escasea en tu suplemento actual.
La raíz de regaliz contiene hormonas vegetales que tienen
efectos similares al cortisol. En caso de tener niveles muy bajos de cortisol,
toma hasta ¼ cucharadita de un extracto sólido al 5:1 tres veces al día.
EJERCICIO.
Hacer ejercicios entre leves y moderados
es muy útil. Pero si después te sientes agotada, quiere decir que haces
demasiado. Sobrepasar los límites en el ejercicio debilita aún más las
glándulas suprarrenales, de modo que hay que comenzar por poco, aunque sólo sea
hacer un recorrido de ida y vuelta por la calle donde vives, y después ir
aumentando lentamente.
Sofocos
Los sofocos, también llamados «calores vasomotores», se
caracterizan por una sensación de calor y sudor, sobre todo en la cabeza y el
cuello; los sufren entre un 50 y un 85 por ciento de las mujeres en algún
periodo de los años del climaterio. La mayoría de las mujeres sólo experimentan
una ocasional sensación de calor y una ligera sudoración, pero para un 10 a un
15 por ciento son verdaderas oleadas de calor y sudor que interrumpen sus
actividades diarias y pueden producirles perturbaciones del sueño y la
subsiguiente depresión. Los sofocos suelen acabar al cabo de un año más o
menos, pero algunas mujeres los siguen teniendo, desde 10 a 40 años más. Se desconoce la verdadera causa de los
sofocos, aunque se cree que están relacionados con cambios en los
neurotransmisores que no están bien comprendidos. Es posible también
experimentar sofocos durante la adolescencia y los años reproductivos, después
de tener un bebé y antes de la menstruación, por motivos diferentes a la
insuficiencia de estrógeno. Se ha comprobado también que los sofocos aumentan
cuando la mujer está nerviosa o angustiada.
Se ha comprobado que la proteína de la soja, 50 g diarios
(el equivalente a una porción normal de tofu), disminuye la intensidad de los
sofocos. La soja y sus derivados contienen fitoestrógenos e isoflavones, los
cuales, según se ha demostrado, disminuyen los síntomas menopáusicos y regulan
los niveles de estrógeno. Entre los alimentos que contienen abundante cantidad
de fitoestrógenos están los anacardos, los cacahuetes, la avena, el maíz, el
trigo, las manzanas y las almendras. Al parecer los fitoestrógenos inhiben los efectos de la excesiva
estimulación del estrógeno en las mamas y el útero, y por lo tanto es posible
que tengan una acción protectora. La genisteína, presente en los productos de
la soja, también parece prometer una reducción del riesgo de cáncer.
Ten presente que no todos los sofocos se deben a una
disminución del estrógeno. También pueden causarlos el hipertiroidismo, el
consumo de alcohol y la diabetes no controlada.
MEDICINA ENERGÉTICA.
La meditación y la relajación
pueden ir bien para aliviar los sofocos. Muchas mujeres han probado con éxito la
respuesta de relajación para reducir los sofocos hasta un 90 por ciento.
Sequedad, irritación
y adelgazamiento de la vagina
El adelgazamiento del tejido vaginal durante la menopausia
está relacionado con la disminución de los niveles de estrógeno. El tejido
vaginal está formado por muchas capas de células; cuando la mucosa vaginal está
bien provista de estrógeno, se la llama «epitelio cornificado»; «cornificado»
significa que las células son duras y resistentes. Después de la menopausia,
algunas mujeres pierden las capas externas cornificadas del tejido vaginal, lo
que puede ser causa de sequedad e irritación vaginales. Estas dolencias son muy
individuales y subjetivas; una mujer a la que se le ha diagnosticado una
vaginitis atrófica podría no tener ningún síntoma. En algunas mujeres, el
adelgazamiento y la irritación del revestimiento de la vagina van acompañados
por un aumento de la alcalinidad; este elevado PH a veces tiene por consecuencia una vaginitis
bacteriana.
El adelgazamiento de la mucosa vaginal y del tejido uretral
va también acompañado a veces por frecuencia urinaria y síntomas de infección
de las vías urinarias.
Los sofocos,
pero también la sequedad de la piel, de los ojos, vaginal, incluso la
irritabilidad son síntomas de calor interno. Para prevenirlos y
mejorarlos, la alimentación juega un rol fundamental. Debemos comer y beber
alimentos que nos aporten fluidos, nos hidraten, lubriquen y refresquen
internamente (verduras, aceites, cereales integrales, legumbres, frutas...), y
evitar aquellos que nos calientan y resecan (picantes, alcohol, carnes...).
HIERBAS. El Remifemin (cimifuga) actúa de forma
similar al estriol para producir un engrosamiento de la mucosa vaginal. También
se han usado con éxito hierbas como las hojas de diente de león y la paja de
avena para restablecer la lubricación vaginal. Estas hierbas se han de tomar por vía oral.
Osteoporosis
La Osteoporosis posmenopáusica es actualmente una de las
enfermedades más comunes y discapacitadoras entre las mujeres norteamericanas.
Los estudios han demostrado que durante el climaterio las mujeres pierden entre
un 2 y un 5 por ciento de masa ósea al año, en un periodo de 5 años. Sin
embargo, el 50 por ciento de masa ósea que pierde la mujer durante toda su vida
la pierde antes de que comience la menopausia. Según las estadísticas, de un 6
a un 18 por ciento de las mujeres de edades comprendidas entre los 25 y los 34
años tienen una densidad ósea anormalmente baja. Está claro que la pérdida
progresiva de masa ósea en las mujeres se debe a factores más complejos que la
sola insuficiencia de estrógeno o calcio. Las mujeres han de comprender que
tomar calcio es sólo una parte de la formación de huesos fuertes; son
importantes también el magnesio, el boro, la vitamina D, la vita-mina C y los
oligoelementos. También son importantes el ejercicio y la reducción del estrés.
Y si bien los productos lácteos se anuncian como la panacea para prevenir la
Osteoporosis, es totalmente posible crearse y mantener huesos sanos sin tomar
productos lácteos. Es recomendable que cualquier mujer que fume, tenga un
historial de consumo excesivo de alcohol o su madre haya sufrido de
Osteoporosis grave, se haga una densitometría ósea (medición de la densidad de
la masa ósea). Otros factores de riesgo son: la falta de ejercicio; una dieta
rica en hidratos de carbono refinados (el azúcar es un veneno para los huesos); insuficiencia de calcio, magnesio, boro,
oligoelementos y vitamina D, y no haber tenido nunca un hijo.
También se ha comprobado que la depresión es un factor de
riesgo importante de Osteoporosis. Es muy probable que esto se deba a los
elevados niveles de cortisol que acompañan a este trastorno.
Un historial de perturbaciones ovulatorias y la consiguiente
insuficiencia de progesterona pueden predisponer a la Osteoporosis. Las mujeres
que tienen un historial de amenorrea debida a un bajo porcentaje de grasa corporal,
como les suele ocurrir a las atletas y bailarinas, se encuentran en un riesgo
de Osteoporosis mayor que la población general.
DIETA.
Cambia a una dieta de alimentos integrales ricos en nutrientes.
EJERCICIO.
Dos sesiones de 40 minutos a la semana de ejercicios como caminar, ir en
bicicleta o entrenarse con pesas contribuirán a aumentar la densidad ósea.
REDUCIR EL CONSUMO DE FOSFATO. El consumo de fosfato
inhibe directamente la absorción del calcio. Elimina los refrescos de cola y la
cerveza sin alcohol, que contienen demasiado fosfato.
LIMITAR LA CAFEÍNA. La cafeína aumenta la velocidad
de pérdida de calcio por la orina.
VITAMINA
D. Toma 350 UI diarias.44 Ten presente que un baño de sol de 15-30 minutos, sin crema
antisolar, aporta de 300 a 350 unidades de vitamina D, pero la mayoría de la
gente no sale al aire libre lo suficiente, y cuando lo hacen exponen muy poca
piel al sol.
BETACAROTENO. El betacaroteno se convierte en
vitamina A en el cuerpo. La vitamina A favorece un sano epitelio intestinal,
que es importante para la óptima asimilación de las substancias nutritivas, y
también fortalece las articulaciones. Se encuentra en abundancia en las
hortalizas de color amarillo y naranja, como la calabaza y las zanahorias, y
también en las verduras de hoja verde oscuro.
VITAMINA C. Este nutriente interviene en la síntesis
y la reparación del colágeno.
MAGNESIO.
El magnesio ha de tomarse en forma de citrato o malato, en una dosis de 300 a
800 mg diarios, según sea la calidad de la dieta.48 El magnesio es un componente del hueso y es
esencial para varias reaccio-nes bioquímicas importantísimas en la formación de
los huesos. Un análisis más exacto es el del nivel de magnesio en los glóbulos
rojos, que suele ser bajo en los casos de depresión y agotamiento. El consumo
excesivo de alimentos procesados suele ser el culpable de la insuficiencia de
magne-sio. Este nutriente se encuentra en las verduras de cultivo biológico u
orgánico, los cereales integrales y las algas.
MANGANESO.
Este nutriente debería tomarse en forma de picolinato de magnesio. La dosis
recomendada es de 15 mg al día.
CALCIO.
Deberá tomarse una dosis de 1.000 a 1.500 mg diarios en forma de aspartato,
citrato o lactato. Se puede tomar menos si los alimentos contienen cantidades abundantes.
BORO.
El boro es un oligoelemento que se encuentra en las frutas, los frutos secos y
las verduras. Se ha descubierto que reduce la pérdida de calcio por la orina y
aumenta los niveles del estradiol beta 17 (el estrógeno biológicamente más
activo) en la sangre, dos efectos que contribuyen a la salud de los huesos. La
dosis mínima de boro que se necesita al día (2 mg) se satisface fácilmente con
una dieta diaria rica en frutas, frutos secos y verduras; en suplemento se
pueden tomar hasta 12 mg diario.
FUENTE: "Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer" de Christiane Northrup.
FUENTE: "Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer" de Christiane Northrup.